"Perdiendo, se gana"
Es increíble como en este post síndrome vacacional, acompañado para colmo de una noche solitaria de lectura… termino en lugar de leer, reviviendo cada foto, momento y recuerdo sucedido en vacaciones… tanto que por consecuencia acabo escribiendo esas “grandiosas” ideas que surgen en mi cabeza como cascadas de agua, ideas sobre algo que había pensado con anterioridad pero que por falta de conceptualización en mi cerebro no había podido darle forma, ya que no encontraba la manera exacta de decirlo, lo curioso de esto es que, irónicamente hablando y por extraño que parezca, gracias a este tiempo y a mi “perdida de sueño” (por la hora que ya es) puedo escribir precisamente sobre algo que nos atormenta día con día: Las pérdidas…
¿Quién no las ha tenido? Las hay de todos colores y sabores, triviales y profundas, materiales y emocionales, cotidianas y extraordinarias; impregnadas todas y cada una de ellas, con una sensación única y especial para cada persona en particular
Y, el cómo manejarlas… ¡Uauh! ¡ vaya qué varía también! Hasta el día de hoy existen ejemplos para cada situación que bien valdría la pena recopilar y hacer un manual para cada caso, ya sea con consejos de cómo manejarlas o con sugerencias de cómo no hacerlo…podría decirse en sí, que todo depende de la responsabilidad que se haya tenido en el evento perdido, del manejo de la situación, del carácter, la resiliencia (tratándose de pérdidas más profundas) y de los valores o prioridades que se tengan, ya sea que nos los hayan enseñado o los hayamos adquirido a través de los años por experiencia propia o ajena.
Y es que como seres humanos imperfectos que somos tenemos una capacidad única e impresionante para perder cosas y seres, haciendo después burdos intentos para recuperar lo perdido intentando evitar siempre caer en el laberinto de la desesperanza:
· Perdemos relaciones cuando no las valoramos y nos volvemos jueces en lugar de iguales
· Perdemos tiempo en tonterías para después quejarnos de nuestra falta de tiempo
· Perdemos amistades cuando no las fomentamos
· Perdemos el respeto cuando no respetamos
· Perdemos dinero y bienes materiales cuando no los apreciamos
· Perdemos la salud (a veces irremediablemente) cuando no nos cuidamos
· Perdemos oportunidades porque no nos arriesgamos
· Perdemos la cordura cuando nos infatuamos (enamoramos)
En resumen perdemos la vida cuando no la disfrutamos
quejándonos de todos los pros y contras que conlleva
Y esto no es nada, en realidad existen muchísimas aplicaciones más para tan usual acción, sin embargo creo que todos parten particularmente de nosotros mismos o de la distorsionada o acertada perspectiva que tengamos de la vida , pues generalmente y sin darnos cuenta, terminamos perdiéndolo todo en esta azorada preocupación por “vivirla” o en la terca obsesión de querer permanecer en sentimientos vanos como la falta de compromiso, el egoísmo, el rencor, la ira, la presunción, el orgullo, el delirio de persecución, la falta de perdón, etc., etc., etc.,
Es por esa razón que creo que las pérdidas, como todo en la vida, son parte indispensable de ella, sobretodo porque manifiestan más que nada nuestra necesidad, nuestra dependencia o nuestro anhelo por algo o por alguien (refiriéndome a esto cuando estamos dispuestos a perder mucho con tal de tenerlo)
En fin hoy por hoy habrán formas específicas para manejarlas pero sobre todo de aprender de ellas por más insignificantes que parezcan; hay que tener cada pérdida - por difícil que sea - como un suceso que forma parte de un propósito mayor y tomarlas en todo momento como las tormentas: se necesitan de ellas para madurar y aprender más…
Mis vacaciones fueron así llenas de sucesos inesperados, otros maravillosamente bellos y algunos más con pérdidas ligeramente lamentables pero que a lo último, aún con un poco de falta de aceptación de la consecuencia, terminaron siendo ganancia para mí misma
Gina

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